martes, 21 de septiembre de 2021

Manuel Gómez Morín y las Relaciones Internacionales

 


Manuel Gómez  Morín
y las
Relaciones Internacionales

Por Bernardo López Ríos *

* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica

Frente a las consecuencias de las guerras

Al poco tiempo de haber iniciado la Segunda Guerra Mundial, Gómez Morín vislumbraba graves males para la humanidad, de los cuales el más grave es el abandono de las normas morales, la descristianización y la negación de los derechos humanos, además de la limitación de la inteligencia para comprender los fenómenos sociales de esos momentos y poder darles una adecuada solución.

“La guerra extiende y ahonda constantemente sus males inmediatos, preñados además de amenazas de todo orden para el futuro.

Pero antes que la guerra y más aún que la violencia misma, ensombrecen pavorosamente la situación actual del mundo, el abandono de las normas morales y jurídicas que hacían posible la convivencia humana… Anonada la consideración de los males presentes… Y, entre ellos, del que parece ser causa y principio de todos los demás: la incapacidad de la inteligencia para iluminar los acontecimientos sociales, para normarlos adecuadamente.

… apartada de lo que es asiento y meta de toda obra social verdadera - la afirmación de un deber moral - la inteligencia trabaja en el vacío, se resuelve sobre sí misma y está en trance de sucumbir porque ha olvidado la Verdad, el Camino y la Vida…

Y es que en el campo de los fenómenos sociales y de la conducta humana, la inteligencia se proclama suficiente, autónoma señora, y con ello pierde su ímpetu creador, se vuelve mero disfraz de apetitos y pasiones, y se esclaviza al mal y a la mentira, sirviéndoles de instrumento”. [1]

Con la Segunda Guerra Mundial, dijo Gómez Morín: “Llegamos así al más grave acontecimiento no sólo de estos años, sino tal vez de toda la historia del México independiente: la declaración del estado de guerra”. [2]

Cabe recordar que el 13 de mayo de 1942, fueron hundidos los barcos petroleros Faja de Oro y Potrero del Llano por submarinos alemanes. El 22 de mayo fue recibida por el presidente Ávila Camacho una comisión del PAN en la que estaba Gómez Morín.

La prensa no conoció los términos de la entrevista, pero Gómez Morín, con su peculiar técnica de información de auténtico líder, los hizo saber a sus más allegados colaboradores, tanto de la Capital como de los Estados.

“Expuestos por el Partido los compromisos y peligros que reportaría al país una declaración de guerra, el Presidente no hizo otra cosa que informarles que, a lo largo de la frontera norte, estaban acuartelados 150 mil hombres de todas las armas americanas y que, en caso de mantenernos neutrales, aquellos estarían en la capital, en 24 horas.

Las razones de Ávila Camacho fueron expuestas con sinceridad y emoción. Recordamos vivamente el comentario final de Gómez Morín: La impresión esencial que nos dejó el Presidente fue la de que estábamos frente a un hombre guiado solamente por su patriotismo y totalmente solo, rodeado de amenazas, de engaños y de lambiscones”. [3]

Ese mismo día se declaró el “estado de guerra” contra Italia, Alemania y Japón. Se otorgaron facultades extraordinarias al Presidente y se suspenderían las garantías individuales. El PAN emitió después una declaración al respecto.

En 1927, escribía el joven Gómez Morín: “No vamos… a la Sociedad de Naciones, donde podríamos encontrar ayuda; donde, por lo menos, hallaríamos una tribuna con auditorio mundial para decir nuestra verdad, si alguna tenemos, y contrarrestar cuanto en contra nuestra se hace y se dice. Podríamos entrar a la Sociedad de Naciones por sumarnos siquiera a lo que de elevado y puro  representa la liga a pesar de sus limitaciones y de sus fracasos… Hace apenas 60 años, México tenía una posición respetable en la política mundial, no obstante sus luchas internas. Un papel de primera importancia en el continente, un porvenir en el Pacífico. Todo lo va perdiendo. Y quizá con ello ha contribuido al aminoramiento de toda América Latina, a la situación que prevalece en Centroamérica”.[4]

Años después, Gómez Morín se expresaría en estos términos: “Durante largos años hemos sacrificado la posición internacional que a México corresponde, para seguir caminos artificiosamente adoptados y direcciones que nos han venido desde fuera.

Así la conducta de México en la Sociedad de Naciones. Conducta demagógica, frecuentemente grotesca, con grave mengua del prestigio que podría correspondernos por una intervención modesta y digna. Así la actitud del Gobierno en todo el infortunado asunto español… se alió con los más bajos intereses internacionales… y tal vez ha sido comprometido en quién sabe qué manejos inconfesables”. [5]

Al respecto, Enrique Krauze afirma: “Negar que Cárdenas terminó su periodo presidencial en medio de una notoria, que no generalizada, impopularidad, sería querer tapar el sol con un dedo. Más temprano de lo que hubiera querido, en 1939 se desató la carrera de la sucesión  y con ella un alud de críticas… Hasta hombres sensatos como Manuel Gómez Morín criticaban ‘la conducta absurda’ de México en Ginebra… y la que siguió en el problema de los refugiados ‘permitiendo que los funcionarios mexicanos se convirtieran en agentes (…) de facciones que nos son extrañas’.” [6]

Al referirse a la política internacional, Gómez Morín piensa, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, en el interior de México.

“Desde hace dos años ensombrece las almas la guerra y sobre el dolor y la amargura que la guerra misma produce, se agregan todavía la pasión, las amenazas, la confusión que la inmensa pugna ha desencadenado… ¿ Con qué antecedentes de preparación llegó México ?… México ha llegado al momento de ahora, desorganizado, inerme, anémico; olvidado, otra vez, de su historia y de su destino.

Por eso y con razón se dice: el más grave problema internacional de México es su problema interno; el de su unidad auténtica, el de su solvencia económica, el de su paz social, el de su propia definición. Si ese problema de ser estuviera resuelto, el otro lo estaría también. Pero no es así.

La primera parte de una fórmula salvadora de nuestra política internacional, es ésta: volver los ojos hacia nosotros mismos, reencontrarnos, fortalecer nuestras esencias, reordenar nuestra economía, tener una estructura nacional genuina, rehacer y fundar nuestra fe”. [7]

Ya desde los 24 años y en el contexto de su experiencia como agente financiero de México en Nueva York, le escribía Gómez Morín a su amigo Roberto Pesqueira, lo que era y debería ser el Gobierno: “… necesitamos… tener un plan concreto, definido, categórico de acción en la política interior y en la exterior. Que el gobierno sepa qué quiere hacer y cómo le va a hacer. Que toda la gente dentro y fuera de México sepa a qué atenerse sobre nuestros propósitos y sobre los procedimientos que usaremos para lograrlos. Que cada uno de los miembros del gobierno (presidente o taquígrafa) conozca cuáles son sus funciones y cuál es su responsabilidad, y que se le deje obrar dentro de su campo de acción con toda su iniciativa y con todo su esfuerzo. Si no se logran estos desiderata de política y de organización, volveremos a entrar en el camino del fracaso que ya otras veces hemos recorrido”.[8]

Entiende la política internacional en el marco de estrechas relaciones internacionales.

“No estamos ni debemos estar aislados. La Historia y la Cultura, la Geografía y la Economía, nos vinculan, nos condicionan, nos obligan. Una política internacional es justamente, eso: el conocimiento de los lazos, de las condiciones y de las obligaciones de la Nación, su aceptación con decoro, y el aprovechamiento de esos vínculos, deberes y supuestos, para garantizar la vida independiente de la patria y su prosperidad, y con ello su posibilidad misma de lograr interiormente vigorosa organización y de dar colaboración eficaz y valiosa en las empresas de justicia y de paz para la comunidad internacional”. [9]

Años antes, en 1927, el joven Gómez Morín observaba que toda “nuestra infame literatura patriotera nos ha acostumbrado a perder de vista el punto internacional, y la política de nuestras cancillerías, hecha de incomprensión y de imprevisión, de notas con ridículos desplantes en algunos momentos y de servil sumisión en la realidad, nos ha hecho un pueblo sin visión mundial, olvidado de la comunidad humana, ignorante de sus cuestiones y guardamos una actitud despectiva o de fobia para el extranjero… No se buscó ayuda internacional para el desarrollo de nuestros recursos; lo que se hizo fue vender cuanto teníamos, cuanto nos querían comprar. Un imperialismo al revés. En vez de recibir, dimos… Los ferrocarriles, por ejemplo, ¿puede pensarse en una cosa más infame? Abandonamos los viejos caminos que España nos había dejado hechos y que no eran caminos nada más, sino verdaderas guías políticas: al Pacífico, al interior, a Centroamérica. Con excepción del ferrocarril mexicano, todos los demás fueron concebidos como mera prolongación, estratégica militar y comercialmente, de las líneas americanas… A fuerza de pensar en estas cosas, me duele el pensamiento cuando pienso… Mi México, mi pobre México”.[10]

Al final de la Segunda Guerra Mundial, decía Gómez Morín:

“… todos los hombres de buena voluntad, en un esfuerzo simultáneamente nacional y ecuménico que no desdeñe lo inmediato, lo próximo, ni olvide la creciente e inescapable solidaridad de todos los pueblos… Reafirmar nuestra fe en los principios… ¡Cuán confortante ha sido… saber que la más alta autoridad del mundo los considera permanentemente vivos y fundados y los postula como norma obligatoria, como paradigma, como único camino posible de salvación para la sociedad!… las voces más autorizadas por su generosidad y por su sabiduría, vuelven a los caminos que esos principios señalan; y los propios estadistas en sus declaraciones más solemnes, y en lo que tienen de más valioso los documentos oficiales como la carta del Atlántico, las actas de Chapultepec y San Francisco y las recomendaciones de la Oficina Internacional del Trabajo, los postulan explícitamente, como base y como meta de empeño”. [11]

En sus más hondas reflexiones sobre los efectos de la bomba atómica, señalaba:

“El mismo desencadenamiento de la energía nuclear fue horror para el hombre en el propio instante de su aparición, y seguirá siéndolo, y el mundo se mantendrá ensombrecido y convulso, mientras no se reconozca la única fuente verdadera de donde la paz puede brotar con la clara eficacia con que el agua brota del manantial: la buena voluntad de los hombres, según la promesa y el anuncio indefectibles…

Tal vez no ha habido en la historia una época más necesitada que la actual, del retorno al orden superior de subordinación de la materia al espíritu y de éste a la verdad, a la belleza y al bien, que no es sino otra forma de decir el Santo Nombre de Dios”. [12]

Y sobre la economía de Hispanoamérica y las relaciones internacionales, advertía Gómez Morín:

“…. es hoy cuando se encuentra, como nunca antes en nuestra historia, en situación abiertamente colonial ese aspecto básico de toda la economía que es la moneda; es hoy, siempre al amparo de una simulación, cuando nosotros mismos estamos gestionando para México y quizá para otros países hispanoamericanos, el sello definitivo del coloniaje económico, al subordinar a una institución ajena, que sólo en el nombre será de todos los países de América, nuestros regímenes monetarios y de crédito, nuestra vinculación con los mercados mundiales, hasta nuestra libre actividad intelectual en materia de economía pública, porque de esa institución ajena tendremos que recibir inclusive el consejo técnico respecto de nuestra propia economía”. [13]

Un hecho de importancia, ocurrido en Centroamérica ocasionó que  en 1954, sólo México y Argentina “se opusieran a una resolución de la OEA que condenaba al gobierno izquierdista de Guatemala y preparaba una salida diplomática para la invasión, apoyada por Estados Unidos, que derrocó al Presidente Jacobo Árbenz”. [14]

En un artículo publicado en La Nación, Gómez Morín se refería al golpe militar en contra del Gobierno de Jacobo Árbenz en Guatemala, en el que decía:

“No hay duda alguna sobre la necesidad de protestar por la violación de un principio básico para la convivencia continental: el de no intervención. Ni la hay para mantener incólume la supremacía de los derechos nacionales sobre los de empresas coloniales como la United Fruit… Bien sabemos de intereses coloniales, apoyados desde el exterior por la conspiración del dinero y de la fuerza… Por Guatemala, sí… Contra la estupidez de un imperialismo blanco que ha desdeñado y todavía hoy no entiende a Hispanoamérica y fomenta y subsidia a sus tiranos y a sus falsos y crueles redentores. Y contra el imperialismo rojo y sus agentes servidores… Por Guatemala, sí. Por la causa Occidental de un mundo sujeto al derecho, de un mundo iluminado por la adhesión irrevocable a principios superiores, libre y suficiente, donde hombres y pueblos puedan dignamente convivir en paz y cumplir su destino… ni era posible pensar que dejara de afectarnos y de afectar a todo el Continente”. [15]

Acerca de estos aspectos ya había escrito antes Gómez Morín, cuando afirmaba:

“En interés de la paz continental, que puede ser preludio y tal vez semilla de una paz más amplia y duradera en todo el mundo, es preciso rechazar todo apetito o acto de imperialismo económico, político, militar o cultural, y absolutamente necesario establecer en la forma más solemne e inviolable, el principio del auténtico respeto de la plena independencia de todas y cada una de las Naciones, complementándolo con una organización sincera, eficaz, garantizada, para el arreglo pacífico de sus diferencias, y para una cooperación leal a la abundancia y al engrandecimiento de todas ellas”. [16]

Teniendo siempre presente que, en el caso de México “…una parte substancial de nuestro propio ser… la derivamos de un noble suelo de cultura… con las otras veinte naciones de Hispanoamérica”. [17]

Notas 

 Artículo publicado en Palabra, revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, año 16, No. 64, abril-junio, México, 2003, pp. 21-27


[1] Manuel Gómez Morín, Diez años de México, (1940), Epessa, México, 1996, pp. 43-44

[2] Ibid.,(1943), p. 125

[3] Luis Calderón Vega, Memorias del PAN, Tomo I, Epessa, México, 1992, pp. 85-86

[4] Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, Siglo XXI editores, México, 1994, pp. 250-251

[5] Diez Años de México (1940), op. cit., p. 45

[6] Enrique Krauze, Lázaro Cárdenas. General misionero, Biografía del Poder No. 8, Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 169

[7] Diez Años de México (1941), op. cit., p. 106

[8] Krauze, 1994, op. cit., p. 137

[9] Diez Años de México, (1941), op. cit., pp. 107-108

[10] Krauze, 1994, op. cit., pp. 248-249

[11] Diez Años de México,(1945), op. cit., pp. 164-165

[12] Ibid., (1946), pp. 181-182

[13] Ibid., (1940), pp. 54-55

[14] Alan Riding, Vecinos Distantes: un retrato de los mexicanos, Joaquín Mortiz/Planeta, México, 1985, p. 406

[15] Manuel Gómez Morín, “Guatemala entre dos imperialismos”, en La Nación, Año XIII, Vol. XXVI, No. 663, 27 de junio, México, 1954, p. 2

[16] Diez Años de México (1941), op. cit., pp. 108-109

[17] Ibid., (1941), pp. 108-109



Manuel Gómez Morín y los Organismos Intermedios

 


Manuel Gómez Morín
y los
Organismos Intermedios

Por Bernardo López Ríos *

* Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica


El Estado

Hablar de una visión de Estado necesariamente implica tener bien claro lo que significa el Estado.

Siguiendo a Héctor González Uribe, diremos que después “de siglos de evolución en los diferentes pueblos, la vida política ha venido a concretarse en la institución que llamamos el Estado. La denominación viene de la época del Renacimiento italiano, en el siglo XVI y ha sido aceptada por todos los pueblos civilizados.

El Estado moderno es una organización muy amplia y compleja… el Estado es algo más amplio que el mero gobierno. El gobierno es una parte del Estado, pero no es todo. Aunque muchas veces los gobernantes pretendan identificarse con el Estado, esto no se justifica, porque también son parte integrante del Estado los ciudadanos. El Estado no es un monopolio del gobierno. Es un binomio gobierno - pueblo”. [1]

El Derecho Internacional nos dice que los cuatro elementos que componen a un Estado son: pueblo, territorio, gobierno y soberanía.

El “Estado contemporáneo es un Estado de Derecho. ¿Qué significa esto? Quiere decir que los actos del Estado no dependen ya de la voluntad arbitraria y caprichosa de los gobernantes en turno, sino que están determinados por la ley y están sometidos a las limitaciones que ésta les señala. Lograr eso no fue fácil. Fue fruto de largas y penosas luchas contra la arbitrariedad y el despotismo de quienes detentaban el poder. esas luchas culminaron, a fines del siglo XVIII, con las revoluciones democrático-constitucionales de la independencia norteamericana y de la Revolución Francesa de 1789”. [2]    

Hoy se ha extendido por muchos pueblos de la tierra el Estado de Derecho bajo la forma de régimen constitucional, en el cual se busca un equilibrio de todos los factores del poder en beneficio de la libertad. Reconocer la existencia de ese régimen es fácil si se toman en cuenta estos factores:

la existencia en el país de una Constitución, de preferencia escrita y rígida, que sea la ley suprema a la que todas las demás leyes y los actos del gobierno estén sujetos

la vigencia de una serie de derechos públicos subjetivos o garantías individuales en favor de los ciudadanos, reconocidos y protegidos por la propia Constitución

el respeto al principio de legalidad, conforme al cual todos los actos del gobierno y la administración pública deben tener su fundamento en las leyes vigentes

-  una efectiva separación de los poderes públicos, de tal manera que unos a otros se limiten y contrapesen

un gobierno representativo del pueblo, basado en el sufragio popular libremente emitido y respetado en sus manifestaciones

una opinión pública libremente organizada y expresada, y capaz de constituirse en una serie de grupos de presión para obligar al gobierno a sujetarse a las leyes

una serie de recursos administrativos y jurisdiccionales para que los particulares defiendan sus derechos frente a las arbitrariedades del Estado [3]


En su estudio sobre las ideas de Gómez Morín hasta mediados de los años treinta, Enrique Krauze señala que el “gran problema moral de Gómez Morín era su capacidad para precisar qué quería para México; el creador de utopías, así sean limitadas o técnicas, no consiente desviaciones; había que hacer un país democrático, fácil a la iniciativa, al referéndum y a la revocación, erigir en cuarto poder a un instituto técnico que conociera la realidad cuantitativamente y se aplicara a mitigar el dolor terrenal. Había que integrar una sociedad moderna y por moderno debía entenderse un sistema muy lejano del ‘dejar hacer, dejar pasar’: cooperativismo en el campo, la propiedad considerada sólo como un medio para la producción, el seguro social, un eficiente sistema fiscal y, sobre todo, un Estado rector, administrador. Nada de esto era imposible. Gómez Morín no decretaba la utopía, la imaginaba asequible mediante el trabajo, asequible todos los días”.[4]

El Hombre

“Yo no concibo un México de abundancia y de riqueza, si no se admite la vigencia de un núcleo de valores básicos en los cuales se apoye la vida colectiva. Ese núcleo es el reconocimiento de que el hombre es cuerpo y alma, es portador de valores eternos; tiene una dignidad eminente. El hombre tiene necesidades qué satisfacer; pero también tiene anhelo qué cumplir, y destino qué realizar…” [5]

Principio de Subsidiariedad y Federalismo

“En cuanto a la familia, nosotros creemos en el principio de subsidiaridad: lo que el hombre pueda hacer por sí solo, lo debe hacer él, y no tiene derecho la familia, que es la primera sociedad, de irrumpir en su personalidad; debe respetarlo, ayudarlo a realizarse. Lo que la familia pueda hacer por sí sola, no lo tiene que hacer el municipio, la ciudad; el municipio debe respetar esa zona peculiar de acción de familia; lo que el municipio puede hacer, no lo tiene que hacer el Estado; lo que el Estado puede hacer, no lo tiene que hacer la Federación.

Por eso somos anticentralistas… Creemos en la subsidiaridad y en la descentralización”. [6]

Acción del Estado

Sobre la función del Estado y el Principio de Subsidiariedad, expresa claramente:

“El gobierno es el rector, es el director, es el orientador, es el juez. En el mundo moderno, claro, el gobierno tiene, además, una capacidad económica inmensa que debe ser puesta al servicio de esta causa.

¿ Hasta dónde llega la posible actividad del gobierno, y hasta dónde debe ser esa actividad de los particulares ?

No se puede definir en cifras sino en conceptos: todo aquello que los particulares no puedan hacer y sea indispensable, lo debe hacer el gobierno indudablemente”. [7]

“… el Estado en un papel de rector, de director, de impulsor en materia de educación, como en todo lo demás”. [8]

“El Estado… el árbitro de las relaciones económicas como en todas las demás que forman la vida social”. [9]

Los Organismos Intermedios

“… aun cuando llegara a ser la familia una institución social, un organismo social más débil de lo que es actualmente en México, eso no quiere decir que el Estado sea el único órgano capaz de ayudar a la solución de los problemas de México.

Hay muchas otras asociaciones entre el hombre, la persona humana aislada, y el Estado, que deben ser reconocidas y respetadas, y que tienen un ámbito propio de acción.

Están, por ejemplo, las asociaciones profesionales, los sindicatos; están los ejidos, las asociaciones de agricultores, que debieran ser respetadas y dedicadas a cumplir su misión, en vez de ser convertidas en organismos políticos.

Están las agrupaciones de cultura, las universidades, que deben ser libres también, autónomas, para cumplir con su misión. Están las agrupaciones religiosas.

Hay una multitud de agrupaciones y de sociedades entre el Estado y la persona. Aun en la mera estructura política, hay el municipio y el Estado y la Federación. Nosotros creemos en esa necesaria conservación de un federalismo natural en la sociedad”. [10]

El Municipio

Gómez Morín fue promotor del Primer Congreso Nacional Fiscal que, a sugestión suya, se ocupó de la distribución de los Ingresos entre los Municipios, los Estados y la Federación. Para Gómez Morín, el municipio tiene un valor inapreciable. (ver nuestro capítulo sobre Estado y Economía)

He aquí una muestra de ello:

“El Municipio, apenas un grado más allá de la familia en la preciosa lista de las comunidades intermedias, es el punto en que se opera la intersección trascendental entre la vida privada y la pública… es ya la prefiguración del Estado… es concreción y fuente primaria de lo propiamente social”.  [11]

Señalaba Gómez Morín:

“A través de la Edad Media luminosa, con brillo peculiar resplandece la comunidad municipal…

La Historia nos orienta igualmente al régimen municipal. De la misma etapa precortesiana, vienen antecedentes que merecen estudio más especializado y amoroso. Lo comprueban cédulas y ordenanzas relativas a la conservación del régimen propio de las comunidades indígenas y lo acredita la prudencia de Don Vasco en sus Hospitales.

Cómo olvidar, por otra parte, que el primer acto en el proceso de formación de la nueva nacionalidad, fue un acto municipal que selló para siempre nuestra vinculación con los ideales políticos del Occidente en los que el municipio, la comuna, la ciudad, tenían ciertamente un profundo arraigo y una función capital en el ordenamiento de la vida común.

A través de los siglos, la Polis nos trae el aroma de Grecia y desde Roma la Ciudad da a la sociedad humana la reciedumbre militar y jurídica de sus instituciones mejores  y de su léxico más noble”. [12]

Y paradójicamente nos muestra Gómez Morín que:

“Cuando en la Península se ahogaba la voz de los comuneros, el Nuevo Mundo recibía y hacía suyo el legado salvador del Municipio, de tal modo que los mismos monarcas promotores de la centralización en España fomentaron aquí en nuestra América la vida municipal…” [13]

Acerca de los antecedentes en América, para el gobierno municipal, Gómez Morín afirma:

“Yo estoy seguro de que hay antecedentes, tanto indígenas como españoles, para el gobierno municipal. El gobierno municipal en España lo acabó un monarca absoluto, Felipe II. Los comuneros de Castilla son los antecesores de nuestro municipio en México. Hernán Cortés venía con el espíritu de los comuneros, y lo primero que hizo en México fue establecer el municipio de la Villa Rica de la Vera Cruz. Y del lado indígena, hay la organización del calpulli, que era como un régimen municipal local. [14] 

En México, además, la geografía… hace que la centralización asuma aquí caracteres especiales de artificialidad y que sus perjuicios sean, con ello, mayores. Para subsistir, el Poder central necesita establecer una maquinaria política de dominación que empiece por deshacer las posibilidades mismas de la administración local y que, inevitablemente, entrega esa administración, cada vez más inerme y desorganizada, como botín a sus cómplices mínimos”. [15]

Ha sido una lucha constante de Acción Nacional alcanzar la meta del municipio libre.

“De hecho, el primer folleto de propaganda que el Partido editó en 1939… bajo el nombre de “La Ciudad”, planteó desde entonces el desastre del municipio en México, sus posibilidades inmensas y la premiosa urgencia, por tanto, de una acción municipal como base de un programa de renovación de nuestra vida pública; como medio, el mejor, más llano y más adecuado, para la formación ciudadana; y como cumplimiento de un propósito superior que es el de fortalecer la pluralidad de comunidades naturales intermedias entre el hombre y el Estado, para adecuar verdaderamente la estructura jurídico-política de la Nación a su estructura social genuina y para hacer posible, a la vez, la instauración de la autoridad en la amplitud de su carácter propio y la defensa eficaz de las libertades humanas esenciales frente al asalto repetido de las fuerzas que hipertrofian al Estado”. [16]

Inclusive, Gómez Morín va a las raíces del Derecho cuando afirma:

“De este modo, la tesis municipal nos obliga aún por el propio Derecho declarado. No importa que el Artículo 115 de la Constitución sea imperfecto y haya quedado hasta ahora sin cumplimiento. Bien sabemos que la vida del derecho tiene cimientos más hondos que la voluntad del gobernante, y que su obligatoriedad y su eficacia no se acaban porque la norma escrita en el papel permanezca inaplicada, ni derivan de las palabras que el gobernante haga imprimir en una ley en contra de la voluntad del pueblo. En donde el derecho tiene, en lo temporal, su raíz y la razón de su vigencia, la institución municipal ha estado y está permanentemente establecida como cimiento de toda la estructura jurídico-política de la Nación”. [17]

Estado y Organismos Intermedios

Gómez Morín también se refiere a los organismos intermedios, en términos de límites a la acción del Estado y de protección a la dignidad de la persona humana.

“En cambio, estamos en contra de dejar al individuo suelto, disperso, aislado frente al Estado omnipotente. Creemos que los mejores límites del Estado son los límites que le impone el reconocimiento de todas las instituciones intermedias: familia, municipio, ciudad, escuela, universidad, sindicato, ejido, agrupación económica, agrupación profesional: barra de abogados, colegio de ingenieros; partidos políticos.

Todas esas son agrupaciones que deben tomar cada vez mayor ímpetu para colaborar en dar un pluralismo organizado a la vida de la comunidad nacional. Yo no creo en la unidad bajo un emperador; y menos bajo un césar sexenal, como quieren que sea el Presidente de la República en el régimen político del PRI”. [18]

La Sociedad

Dado que Gómez Morín vivió en la época en la que las sociedades fueron controladas por el excesivo poder del Estado totalitario, como en el fascismo, en el nazismo y el comunismo, y también tomó experiencia de las dramáticas consecuencias del individualismo con su Estado liberal decimonónico contra la dignidad de la persona humana, escribía en la década de los 40’s:

“Hoy, frente a las interpretaciones fantasmales y deshumanizadas de la sociedad o a las creaciones prácticas de un estatismo feroz e inhumano, cada vez más obviamente se alza la realidad dramática de una sociedad de hombres en permanente empeño para ordenar su convivencia justa y tranquila y en perenne vigilia para dar a la autoridad la plenitud sagrada de su misión propia e impedir que la soberbia o la codicia la desvíen, la paralicen o la exalten en monstruosas divinizaciones”. [19]

Y precisa y aclara sus conceptos sobre la sociedad:

“… porque no es cierto que la sociedad esté integrada por personas individuales y esa falsa versión conduce, como lo ha mostrado la dolorosa experiencia, a las más equivocadas concepciones de lo social y de lo humano, a la paralización de la autoridad para el bien y a su crecimiento asimétrico y desproporcionado hacia la opresión. Precisa reconocer y fomentar a las comunidades intermedias entre la persona y el Estado y, simultáneamente, definir y estructurar esas comunidades para que no pierdan su naturaleza ni se desvíen de su fin y para que, con coherencia orgánica, sean el sustento del Estado equilibrado armonioso que anhelamos y el apoyo permanente para que la persona pueda cumplir su misión temporal y su vocación eterna”. [20]

“La sociedad, no reunión fortuita y unitaria de individuos dispersos, sino armoniosa estructuración de núcleos naturales que de la familia a la Nación - y a comunidades quizá más amplias algún día próximo - vinculen a los hombres, por razones biológicas, por motivos de trabajo, por fines de cultura, por comunión en la misma fe”. [21]

“… la sociedad - todas las formas sociales, del hogar a la Nación, del municipio a la comunidad internacional -, concebida como condición y escenario, como base y auxilio para que la persona humana realice sus destinos…” [22]

Notas 

Artículo publicado en Palabra, revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, año 16, No. 65, julio-septiembre, México, 2003, pp. 38-45

[1] Héctor González Uribe, “Persona y Estado: La existencia política del hombre y sus problemas”, en Revista Signo de los Tiempos, Año 2, No. 6, enero-febrero, IMDOSOC, México, 1986, pp. 4-5

[2] Ibid., p. 5

[3] Cf. Ibid., p. 5

[4] Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, Siglo XXI editores, México, 1994, p. 254

[5] James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX: entrevistas con Manuel Gómez Morín, JUS, México, 1994, p. 122

[6] Ibid., pp. 122-123

[7] Ibid., p. 81

[8] Ibid., p. 117

[9] Conferencia pronunciada en la reunión de grupos en el local de “Acción Nacional”, 30/junio/1939, en Manuel Gómez Morín, La Nación y el Régimen, Biblioteca de “Acción Nacional”, s.f., p. 76

[10] Wilkie, op. cit., pp. 124-125

[11] Manuel Gómez Morín, Diez Años de México, (1947), Epessa, México, 1996,  p. 210

[12] Ibid., p. 212

[13] Ibid., pp. 212-213

[14] Wilkie, op. cit., p. 95

[15] Diez Años de México (1947), pp. 210-211

[16] Ibid., (1947), pp. 206-207

[17] Ibid., (1947), pp. 215-216

[18] Wilkie, op. cit., p. 125

[19] Diez Años de México (1947), p. 202

[20] Diez Años de México (1947), pp. 207-208

[21] Ibid., (1943) p.133

[22] Ibid., (1945), p. 166


Manuel Gómez Morín y la Cultura Política Mexicana

 


Manuel Gómez Morín 
y la 
Cultura Política Mexicana

Por Bernardo López Ríos *

 * Católico, Apostólico y Romano, fiel a las enseñanzas de Su Santidad el Papa Francisco, de Su Santidad Benedicto XVI, Papa Emérito, del Concilio Vaticano II y del Magisterio de la Iglesia Católica


La Cultura Política Mexicana

“En 1938 – le decía Manuel Gómez Morín al matrimonio Wilkie - ya había en México una situación intolerable: una amenaza inminente de pérdida de la libertad… Entonces pensamos en la necesidad de revisar todo el problema político de México, porque en la base de ese problema está la falta de ciudadanía: no habíamos sido formados ciudadanos; no teníamos antecedentes de ciudadanía. Primero, los años de la Colonia, en los que nos tocaba callar y obedecer, y nada más. Después, a raíz de la Independencia, empezaron las guerras civiles; luego, la época de la Intervención y las guerras extranjeras. No tuvimos oportunidad de organizar nuestra democracia…

Treinta años del porfiriato que no creó, y esa fue su culpa mayor, espíritu cívico. Siguió el breve paréntesis de Madero, como un relámpago. Y después la Revolución y los caudillos militares.

Pensamos que era indispensable reconocer esa realidad y empezar el trabajo desde la raíz: la formación de conciencia cívica, de una organización cívica. Decidimos, así, la organización del Partido.

Empecé a recorrer la República reuniendo los grupos iniciales, desde 1938; en septiembre de 1939, pudimos llegar a la Convención Nacional, llevando a ella los principios de doctrina, las bases estatutarias del Partido, y un programa mínimo de acción política. Era un programa mínimo en general practicable; no era un programa anual o decenal; tendríamos que irlo organizando, actualizando, a medida que se avanzara en su estudio y aplicación.

Sabíamos muy bien que era un programa para presentarlo a la opinión frente al gobierno, no para realizarlo nosotros. Sabemos que pasarán muchos años antes de que podamos llegar al poder en forma de lograr la realización de un programa completo.

Pero siempre pensamos y sostuvimos que se gobierna desde el gobierno o desde enfrente del gobierno también, si se logra crear una fuerza política suficiente; una fuerza de opinión suficiente para presentar otras soluciones.

Además, teníamos confianza, teníamos fe (un poco ingenua quizá; pero creo que al final de cuentas, se verá justificada) en la racionalidad de la política; en que, a fuerza de dar argumentos racionales, tendrá el Partido que convencer algún día al pueblo y a los políticos responsables… Nosotros considerábamos esencial crear un partido político actuante”. [1]

En efecto, ya desde joven, “Gómez Morín pensaba que había otras formas de gobernar, sabía que en alguna forma las instituciones y leyes que había creado gobernaban también”.[2]

A lo largo de su historia, en las Convenciones del PAN, se discutía cada vez el difícil problema de participar o no en las elecciones controladas por el PRI-Gobierno. Este constante dilema ha sido analizado por Juan Linz y puede ser aplicado al caso de Acción Nacional. Afirma Linz:

“Dentro de nuestro análisis de las elecciones en los regímenes autoritarios orgánico estatales, hemos presentado el dilema en el que se encuentra confrontada la oposición: abstenerse o participar.

El mismo dilema se plantea en los regímenes autoritarios que han optado por un sistema de partidos controlados, en donde una oposición autorizada o tolerada puede intervenir en las elecciones. En este caso, sin embargo, la oposición está ubicada frente a una elección más difícil pues no puede pretender, como era posible en las elecciones de tipo corporativo, participar allí para representar sólo los intereses categoriales.

Participar en las elecciones definidas como políticas, contribuye inevitablemente a legitimar el sistema. Sin embargo, es tentador contribuir a la transición pacífica hacia un sistema democrático, competitivo o semicompetitivo, gracias a un proceso de liberalización o de distensión.

Rechazar en forma total las ocasiones ofrecidas, no entrar en competencia, inclusive sin esperanza, con el partido dirigente, es una opción difícil para quienes esperan un regreso a las prácticas políticas pluralistas”. [3]

Decíamos al principio que en el mundo llamaba mucho la atención entre los estudiosos de la sociología política la persistencia del PRI, y Linz menciona específicamente que en “el mundo, muchos líderes quisieran crear para su beneficio una situación comparable a la de México con el Partido Revolucionario Institucional, el PRI, pero muy pocos tienen posibilidades de hacerlo”. [4]

También hay que mencionar que el régimen autoritario mexicano aprovechó las propuestas del PAN, disfrazándolas de iniciativas propias, lo que para Acción Nacional significó, a pesar de la forma, aliento para ver que poco a poco se avanzaba, aunque imperfectamente, en la línea de sus objetivos.

Por ejemplo, teniendo sólo cuatro diputados en la Cámara, en 1946,[5] se presentaron “cerca de ochenta iniciativas diversas, sobre el banco central, sobre la política monetaria, sobre el problema agrario, sobre la organización de la democracia mexicana, sobre el sistema electoral de México, sobre la organización de los ferrocarriles que estaban en medio de un desastre, sobre la continuidad y extensión y organización adecuada de la obra de irrigación. Y muchas de esas iniciativas no fueron ni siquiera dictaminadas. No lograron que en los tres años se dictaminaran. Otras, sirvieron de base a iniciativas que el gobierno presentó, más o menos cambiando la redacción; pero aprobando las iniciativas, a lo cual nosotros no nos opusimos; no nos interesaba quién presentaba la iniciativa, siempre que se hicieran las cosas”. [6]

Sin embargo, Gómez Morín fue más allá de los datos sociológicos de las competencias electorales de los regímenes autoritarios, cuando proclamaba:

“En el campo en que se ganan o se pierden de verdad las luchas políticas, en el de las conciencias, está ya consumada la derrota intelectual del régimen…” [7]

“Los hombres del régimen que no creen en los valores del espíritu, que sólo cuentan con fuerzas materiales, están desarmados y de antemano vencidos por quienes no hacen sino afirmar esos valores y sólo cuentan para pelear y para triunfar, con ellos”. [8]

“¿ Qué armas para esta lucha ? Las únicas irresistibles: las ideas, los valores del alma. Ni tenemos otras, ni las hay mejores. Estamos para bregar, no para obtener”. [9] O como diría el gran “Maquío”: sin más armas que la vida misma.

Lo cual nos recuerda al gran pensador y escritor ruso Nicolás Berdiaev (1874-1948), cuya obra fue analizada por Antonio Caso [10], cuando decía:

“Si los bolcheviques nos sorprenden por su fuerza, ello es sólo exteriormente. Pero son tremendamente impotentes y sus obras están marcadas de trivialidad y de tedio. Imitan a los hombres de poder.

Pero detrás de todo esto está el pueblo ruso, y a éste no podrá impedírsele que viva y que siga siendo un gran pueblo, con dones elevados… preparan su salvación. Y vosotros mismos, sí, vosotros podéis tomar parte… si os sentís espiritualmente en el seno del pueblo ruso y de la tierra rusa.

El espíritu moral tiene siempre la prioridad sobre la política… El bolchevismo tiene que ser vencido ante todo desde el interior, es decir, espiritualmente, y sólo luego por la política.

Asistimos al fin del Renacimiento… fracasará el socialismo en acción”[11].

Así se entiende mejor que Gómez Morín haya advertido desde el principio que:

“…se ratifica una vez más la ya proclamada necesidad de que todos los mexicanos consideren la acción política no como un episodio, sino como un deber permanente; no como una sucesión de crisis que se renuevan cada tanto tiempo, sino como el desenvolvimiento normal, cotidiano, de una vida; no como “lucha de un día”, en las palabras de nuestro poeta, sino como brega de eternidad… [12]

Considerando el importante concepto de cambio social, Guy Rocher afirma que “la historia de una sociedad habría sido diferente, de no mediar el cambio social en cuestión. En la práctica, es evidentemente muy difícil demostrarlo… se trata de un método al que las ciencias sociales debieran probablemente recurrir más”. [13]

Atendiendo a la recomendación de Rocher, consideramos que Gómez Morín es un personaje de altura, muy adecuado en este sentido, como ya lo ha hecho notar un profundo pensador, amigo personal de Gómez Morín reconocido por Krauze - decíamos al principio - cuando este conoció a Don Manuel:

“Luego, conciencia histórica. Esto es fundamental en los análisis que el Maestro hace y en los hechos que vive: la interdependencia de los seres humanos en el transcurso del tiempo. Si la nuestra es una existencia sucesiva e interdependiente, lo que nosotros podemos hacer depende en cierta medida de lo que hicieron y dejaron de hacer los que ya se murieron. Y lo que podrán hacer los que vengan después, dependerá de lo que hagamos y dejemos de hacer nosotros”. [14]

Así, afirmaba Gómez Morín:

“Vasconcelos, creo que habría acelerado mucho, muy considerablemente, la evolución de México de haber llegado a la Presidencia. Creo que en el momento de sentir la responsabilidad de la dirección del país, el hombre habría abandonado todas sus “boutades” y su romanticismo intelectual; habría aceptado la elaboración de un programa serio y técnico, porque era capaz de entenderlo; y habría tenido un inmenso cuidado en la administración limpia y justa de la República.

Creo que después de él se habría podido hacer muy fácil LA CREACIÓN DE UN SISTEMA POLÍTICO DEMOCRÁTICO, revolucionario, constructivo, que ha sido tan difícil ir formando”. [15]

Y retomando la consideración de la mística en la política, tan importante para Gómez Morín y para Acción Nacional, continúa:

Y como no tenía ningún apetito material - no le importaba el dinero, no quería enriquecerse - (estaba tan por encima de eso, ¿verdad?); creo que el hombre hubiera podido hacer una organización de clara inteligencia, manos limpias y corazón limpio y de buen espíritu”. [16]

Después de lo que hemos estudiado, podremos apreciar mejor el momento histórico actual, y rendir cumplido homenaje a los personajes que, con y como Gómez Morín, lucharon con fe en México, y con la entrega generosa que conscientemente asumieron al sembrar para que otras generaciones cosecharan.

“Hoy, las recientes reformas hechas a diversos artículos constitucionales siguiendo una orientación que Gómez Morín suscribiría en los sustancial equivalen a una reivindicación indirecta del significado positivo de los planteamientos gomezmorinianos. Los cambios introducidos por el Constituyente Permanente en los artículos 3º (educación) … y 130 (para devolver a los ministros de los cultos sus derechos políticos) de la Constitución, y en algunas de sus leyes reglamentarias, dan la razón a Gómez Morín y al partido que fundó como instrumento fundamental de lucha permanente”.[17]

Sin embargo, el artículo 3º. Constitucional todavía contiene incompatibilidades con el Derecho Internacional, por sus disposiciones restrictivas a la enseñanza privada y por su régimen de laicidad universal de la educación pública, que excluye la posibilidad de opción de los padres de familia. [18]

El artículo 123 que establece la suficiencia del salario mínimo como salario familiar, debe cumplirse a cabalidad, pues actualmente se está violando tanto la Constitución, como los más elementales principios de justicia social.

En lo relacionado con el artículo 130 Constitucional, todavía falta reconocérseles a los ministros de los cultos algunos derechos humanos inviolables, como el derecho al voto pasivo, es decir, a ser votados, y su derecho a poseer (a los que los ministros de los cultos, en particular los sacerdotes y religiosos, han renunciado), pero que no les pueden ser coartados por la ley. [19]

En este sentido, Efraín González Morfín se ha expresado en términos muy claros, al señalar que en la actual legislación mexicana “se reconoce que los ministros de culto son ciudadanos, pero no tienen derecho de ser votados, ni derecho de asociación política, ni de crítica política pública… Lo fundamental es respetar el derecho de la Iglesia para regular hacia dentro de sí misma la actividad política de los sacerdotes”.[20]

Asimismo, Carlos Castillo Peraza nos recuerda que es “en la igualdad ante la ley que se reconoce la calidad democrática de una norma que debe ser universal… Lo primero es lo relativo a los derechos de la parte católica del pueblo de México, incluídos los mexicanos que son ‘ministros de culto’ católicos. A éstos, deben reconocérseles sus derechos como mexicanos y es a ellos a quienes toca decidir si los ejercen; cabe aclarar que la Iglesia misma les indica no ser candidatos a puestos de elección popular”.[21]

Por otra parte, Gómez Morín señalaba a los sectores que menos votaban en México:

“Las gentes que menos votan en México y que son menos susceptibles a los estímulos intelectuales, son las gentes de cuello blanco. Nosotros tenemos una tremenda experiencia en estos veinticinco años: casi todas esas gentes, las que podrían decir que son una clase rica o adinerada, o por lo menos clase media alta, dependen ciento por ciento del gobierno, de sus favores, de que se establezcan o mantengan tarifas aduanales proteccionistas, de que no se suban las contribuciones, de que no se impongan multas; de que les den permiso o que no les den permiso para trabajar”. [22]

Ya desde los inicios de la década de los 40’s, Gómez Morín declaraba con gran clarividencia:

… los equivocados sobre el sentido profundo de la psicología mexicana o intolerablemente desdeñosos de la básica calidad racional del hombre y de la agilísima penetración que por intuición y por inteligencia tiene el pueblo mexicano, no entienden la acción que se cumple iluminando conciencias, ni la organización, única eficaz y perdurable, que se cifra en la adhesión convencida y firme a claros principios, ni la fuerza latente incontrastable que viene del hecho simple y modesto, pequeñísimo como el grano de mostaza, de obtener que cada uno en su tarea, conforme a su carácter y a su naturaleza, sepa y sienta que allí se está cumpliendo la Patria, y sienta y sepa, también, que nada de lo que en la Patria ocurra puede dejar de afectar hondamente su naturaleza, su carácter, su tarea, su deber, su destino, todo lo que cada uno es y ama y venera y está dispuesto a velar y defender en la vida y en la muerte”. [23]

En este sentido, le explicaba Gómez Morín a Wilkie:

“Usted va a ver pronto la literatura del Partido; cómo está dirigida fundamentalmente, y cómo ha sido concebida para mover al pueblo. Por otra parte, quienquiera que se ha acercado al pueblo de México, sabe que es extraordinariamente inteligente y comprensivo. Nuestros mítines son mítines de pueblo; nuestras reuniones son reuniones populares siempre”. [24]

En cuanto a las divisiones al interior del PRI y del PRD, podemos decir que la raíz de ellas está en la falta de definición ideológica, mientras que el PAN, por contar desde su fundación con una Doctrina y un programa bien hechos, es el partido que en México tiene, además de mayor trayectoria y experiencia, más solidez, consistencia, estabilidad e institucionalidad.

Finalmente: “Apóstol o técnico - señala Krauze - ingeniero social o salvador, Gómez Morín soñó una sociedad abierta”.[25]  Precisamente, uno de los más influyentes pensadores de nuestros días, Karl R. Popper, autor del famoso libro La Sociedad Abierta y sus Enemigos,[26] ha dado lugar a un importante simposio en el que participaron expertos de distintas disciplinas, entre ellos Arthur F. Utz, Presidente de la Fundación Internacional Humanum.

La actualidad del pensamiento de Gómez Morín puede apreciarse mejor, si consideramos los temas que están en la mesa de la discusión hoy en día. Por ejemplo, dice Utz:

“Como es evidente, la sociedad abierta, para defender la libertad, necesita la mano fuerte del Estado. Este hecho plantea a los teóricos la cuestión de cómo se legitima el poder del Estado. Con esta pregunta nos vemos confrontados con la fundamentación filosófica de la sociedad abierta. Así pues, el poder estatal debe tener su propio objeto a partir del cual se puede justificar.

De esta forma nos hallamos en medio del problema del bien común y por consiguiente de la relación individuo-sociedad. Por eso los asistentes al simposio no podían eludir la filosofía de la fundamentación de la sociedad pluralista”. [27]

Por otra parte, dice Utz: “Si la sociedad no sabe manejarse sin valores fundamentales comunes, entonces se plantea en el acto la cuestión de la autoridad que ha de garantizar estos valores y que ha de interpretarlos de manera común para todos. Pero el capítulo de la autoridad ha sido tratado con demasiada negligencia en la lista de compromisos de Popper, como es natural, porque la estructura fundamental de su sociedad abierta es precisamente de índole tecnológica”. [28]

Por nuestra parte, estamos convencidos de que la respuesta adecuada a estas cuestiones, se encuentra en la línea, tanto del Humanismo Político,[29] desarrollado y llevado a la práctica por el intelectual, co-fundador y filósofo del PAN, Efraín González Luna, como del Solidarismo,[30] cuyo exponente en México ha sido Efraín González Morfín.[31] Ambos, padre e hijo respectivamente,  fueron candidatos de Acción Nacional a la Presidencia de la República. Esta línea es la doctrina del PAN.[32] Por ello, concluimos ahora con Gómez Morín y las más firmes convicciones de su visión de Estado, que nos confirman su religiosidad práctica:

Nosotros creemos que toda acción que se hace por la comunidad está amparada por una corriente teologal. No se puede trabajar por la comunidad sin fe; no se puede trabajar sin caridad; caridad es fundamentalmente donación…

No creemos que un país se pueda salvar nada más en lo económico, o nada más en lo político. Si no hay una salvación integral, es muy difícil pensar en otra salvación.

Yo no concibo un México de abundancia y de riqueza, si no se admite la vigencia de un núcleo de valores básicos en los cuales se apoye la vida colectiva.

Ese núcleo es el reconocimiento de que el hombre es cuerpo y alma, es portador de valores eternos; tiene una dignidad eminente. El hombre tiene necesidades qué satisfacer, pero también tiene anhelo qué cumplir, y destino qué realizar. Yo no puedo concebir al hombre sin esa mezcla inextricable de necesidad, anhelo y destino. [33]

Notas

Artículo publicado en Palabra, revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, año 17, No. 67, enero-marzo, México, 2004, pp. 41-49

[1] James W. Wilkie y Edna Monzón de Wilkie, México visto en el siglo XX: entrevistas con Manuel Gómez Morín, JUS, México, 1989, pp. 56-57

[2] Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, Siglo XXI, México, 1994, p. 273

[3] Juan Linz,. “Funciones y disfunciones de las elecciones no competitivas: los sistemas autoritarios y totalitarios”, en Guy Hermet et. al. ¿ Para qué sirven las elecciones ?, Fondo de Cultura Económica, México, 1982, p. 137

[4] Ibid., p. 138

[5] Cf. Federico Ling Altamirano, Ing., "Gómez Morín: creador de Instituciones", conferencia pronunciada el 29 de octubre de 1996, en Gómez Morín, Fundador de Instituciones, Colección del Centenario No. 3, ediciones del PAN, México 1997, pp. 104-105

[6] Wilkie, op. cit., pp. 69-70

[7] Manuel Gómez Morín, Diez Años de México, (1941), Epessa, México, 1996, p. 90

[8] Ibid., (1940), p.67

[9] Ibid., (1944), p. 158

[10] Cf. Antonio Caso, La Persona Humana y el Estado Totalitario, UNAM, México 1941, pp. 162-201

[11] Nicolás Berdiaev, Una nueva Edad Media, ed. Carlos Lohlé, Argentina 1979, pp. 111-112, 133-134, 9, 23

[12] Diez Años de México, (1940), op. cit., p. 65

[13] Guy Rocher, Introducción a la Sociología General, Herder, Barcelona,1979, p. 414

[14] Efraín González Morfín, “Universidad y Formación Universitaria”, en Meyer, Jean et. al. Cuando por la Raza habla el Espíritu: Manuel Gómez Morín, Rector de la UNAM (1933-1934), JUS, Centro Cultural Manuel Gómez Morín, A.C., ITAM,Archivo Manuel Gómez Morín, Centro de Estudios sobre la Universidad (UNAM), México, 1995,  p. 115

[15] Wilkie, op. cit., p. 32

[16] Ibid., p. 32

[17] Carlos Castillo Peraza (Compilador y autor del estudio introductorio), Manuel Gómez Morín, Constructor de Instituciones. Antología, Fondo de Cultura Económica, México, 1994, pp. 41-42

[18] Cf. Pablo Latapí, “El Artículo 3º., aún incompatible con el derecho internacional”, en revista Proceso No. 818, julio 6/ México, 1992, pp. 36-37

[19] Cf. Rafael Moya García, “¿Qué significa la reforma al Artículo 130 ?”, en Revista Signo de los Tiempos, No. 42, IMDOSOC, enero-febrero, México, 1992, p. 1

[20] Efraín González Morfín, “Algunas consecuencias prácticas de las reformas a los artículos Constitucionales 3º., 5º., 24, 27, y 130 y de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público”, en La Iglesia Católica en el Nuevo Marco Jurídico de México, Ediciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano, México, 1992, pp. 302-303

[21] Carlos Castillo Peraza, “Los Cambios Necesarios en las Relaciones Iglesia-Estado”, en Álvarez de Vicencio, María Elena (Comp.). Relaciones Iglesia-Estado: Cambios Necesarios. Tesis del Partido Acción Nacional, Epessa, México, 1990, pp. 111 y 115

[22] Wilkie, op. cit., p. 78

[23] Diez Años de México, (1941), op. cit., p. 86

[24] Wilkie, op. cit., p. 78

[25] Krauze, 1994, op. cit., p. 256

[26] Cf. Giovanni Reale y Dario Antiseri, Historia del Pensamiento Filosófico y Científico: Del romanticismo hasta hoy, Tomo III, Herder, Barcelona, 1988, pp. 902-907

[27] Arthur F. Utz, “La problemática de la sociedad abierta”, en Utz, Arthur F. La Sociedad Abierta y sus Ideologías, Colección Humanum, Herder, Barcelona, 1989, p. 20

[28] Ibid., p. 18

[29] Cf. Efraín González Luna, Humanismo Político, Epessa, México, 1991

[30] Cf. Efraín González Morfín, Solidarismo, Ediciones de Acción Nacional, México, 1974

- Individualismo, Colectivismo, Solidarismo, Ediciones del PAN, Campaña 1970, México

- “Solidarismo”, en Solidarismo, órgano de divulgación doctrinal y análisis, Año 1, No. 2, Octubre, México, 1979

[31] Cf. Bernardo López Ríos, "Humanismo Político y/o Solidarismo", en Palabra,  revista doctrinal e ideológica del Partido Acción Nacional, año 11, núm. 45, julio-septiembre, México, 1998, pp. 32-50

[32] Luis González Morfín, S.J., Ética y Valores en la Práctica Política, Ediciones del Partido Acción Nacional, México, 1997

[33] Wilkie, op. cit., p. 122